Evidencias: Cuando la vía intramuscular no está justificada.

En el día a día, la vía intramuscular (IM) se sigue utilizando con frecuencia para la administración de medicamentos que requieren un efecto rápido, prolongado o en aquellos pacientes en los que la vía oral no es factible. Sin embargo, lejos de ser un procedimiento rutinario sin relevancia, la inyección intramuscular es un acto técnico, clínico y humano que exige criterio, destreza y actualización constante.

No se trata simplemente de “poner una inyección”. La vía IM conlleva decisiones clínicas: qué fármaco administrar, si la vía es la más indicada, en qué zona, con qué técnica y en qué condiciones específicas de cada paciente. Esto requiere combinar conocimientos anatómicos y farmacológicos con habilidades comunicativas y un profundo respeto por la seguridad y el confort del paciente.


 

El papel de la vía intramuscular en la práctica enfermera

La vía IM permite administrar el principio activo directamente en el músculo, un tejido ricamente vascularizado que facilita la absorción más rápida que por vía subcutánea y evita algunos problemas de la vía oral, como la degradación en el tracto digestivo o el metabolismo hepático de primer paso.

Está especialmente indicada cuando:

  • El medicamento no se absorbe bien o se inactiva por vía oral (ej. vitamina B12).
  • Se requiere evitar el metabolismo hepático inicial.
  • El paciente tiene imposibilidad o dificultad para recibir medicación por vía oral: vómitos persistentes, inconsciencia, disfagia grave.
  • Se precisa una liberación prolongada para mejorar adherencia: psicofármacos depot, anticonceptivos inyectables…
  • Se busca un inicio de acción más rápido que por vía oral en determinadas situaciones de urgencias.

No obstante, debe reservarse para casos en los que su ventaja sea clara frente a otras vías, dado que implica mayor invasividad y potencial de complicaciones.


En la práctica enfermera, la vía intramuscular (IM) está rodeada de muchas creencias y prácticas que a menudo se basan en la tradición o en la experiencia personal, pero que carecen de respaldo científico o pueden inducir a errores. Desmontar estos mitos es clave para mejorar la seguridad y eficacia de la técnica.

Mito 1: “La vía intramuscular siempre es mejor que la oral”

Realidad: No siempre. La vía oral es la forma más cómoda, económica y menos invasiva de administrar medicación, y debe ser la elección prioritaria cuando el medicamento puede absorberse adecuadamente por esta ruta. La vía IM debe limitarse a situaciones específicas, como cuando el fármaco se degrada rápidamente en el sistema digestivo, cuando existe un metabolismo hepático de primer paso intenso que reduce la eficacia, o cuando el paciente no puede tomar medicamentos por vía oral (vómitos, inconsciencia, etc.). Usar la vía IM de forma generalizada sin justificación aumenta riesgos innecesarios, malestar y costes.

Mito 2: “Puedo mezclar varios medicamentos en la misma inyección para ahorrar tiempo y evitar molestias al paciente”

Realidad: La mezcla de fármacos en una única jeringa solo es segura si hay evidencia clara de su compatibilidad física, química y farmacológica. Mezclar sin dicha garantía puede provocar reacciones adversas locales (como inflamación, dolor o formación de precipitados) o pérdida de eficacia terapéutica. Además, el volumen y la capacidad del músculo para absorber varios fármacos simultáneamente tiene límites. Los protocolos deben ser rigurosos y basados en estudios específicos, no en intuiciones o costumbres.

Mito 3: “El cuadrante superior externo de la nalga (vía dorso-glútea) es la zona más segura para la vía intramuscular”

Realidad: Esta zona ha sido tradicionalmente muy usada, pero en los últimos años se ha demostrado que presenta un riesgo elevado de lesión del nervio ciático y de vasos importantes. Por esta razón, la zona ventroglútea se recomienda preferentemente, ya que es anatómicamente más segura y facilita la administración de mayores volúmenes con menos riesgos. La región deltoidea y el vasto lateral externo de MMII también son opciones válidas, cada una con sus indicaciones y limitaciones.

Mito 4: “En pacientes obesos, basta con usar una aguja más larga para evitar que el medicamento quede en tejido subcutáneo”

Realidad: Aunque la elección de una aguja adecuada en longitud es fundamental, no siempre es suficiente para garantizar que el fármaco llegue al músculo. El tejido adiposo en pacientes obesos puede ser excesivamente grueso, y la técnica o la zona elegida deben adaptarse para asegurar la eficacia. La región ventroglútea es la zona preferida en estos casos, ya que tiene una musculatura profunda y bien definida, lo que reduce la probabilidad de inyecciones subcutáneas accidentales. La selección errónea puede disminuir la absorción y aumentar las complicaciones.

Mito 5: “La técnica de la inyección intramuscular es sencilla y no requiere formación continua”

Realidad: A pesar de su apariencia simple, la administración por vía IM es una técnica que exige conocimientos exactos de la anatomía, indicaciones, contraindicaciones, selección de zona, tipo y longitud de aguja, volumen adecuado, y aplicación correcta. Además, las nuevas evidencias y recomendaciones van actualizando buenas prácticas para reducir riesgos. La formación continua es imprescindible para mantener la seguridad y la calidad en la atención.

Mito 6: “Si duele mucho la inyección es por culpa del medicamento y no de la técnica”

Realidad: Aunque algunos medicamentos tienden a producir más molestias, la técnica inadecuada puede aumentar mucho el dolor y las lesiones. La velocidad de inyección, la elección de la zona, la longitud y calibre de la aguja, así como la profundidad y el ángulo, influyen directamente en la percepción dolorosa. La aplicación de vigilancia tras la inyección para detectar complicaciones también es parte crucial del manejo.

Mito 7: “Después de la inyección siempre se debe masajear la zona para evitar el dolor y mejorar la absorción”

Realidad: Esta práctica no es siempre recomendable. El masaje puede ayudar a dispersar el medicamento y aliviar dolor en algunos casos, pero está contraindicado si hay inflamación, hematomas, riesgo de daño o cuando el medicamento es irritante. Cada caso debe evaluarse individualmente, y es importante seguir las indicaciones específicas del medicamento y los protocolos clínicos.


Recomendaciones para un uso correcto

El uso racional de la vía intramuscular debe seguir criterios clínicos claros y protocolos actualizados para maximizar su eficacia y minimizar riesgos. Estos son los aspectos más relevantes que  debemos considerar:

Indicaciones clínicas claras y basadas en evidencia:

  • Medicamentos con baja absorción o inestabilidad en vía oral: Los fármacos que se degradan rápidamente en el tracto gastrointestinal o presentan primer paso hepático significativo deben administrarse por vía IM para asegurar niveles plasmáticos adecuados.
  • Situaciones que imposibilitan la vía oral: Pacientes con vómitos persistentes, estados de inconsciencia, disfagia severa o situaciones postoperatorias en las que no se puede administrar medicación oral.
  • Necesidad de acción rápida o prolongada: Para fármacos que requieren rápida absorción en situaciones de emergencia o que son formulados con liberación sostenida (depot), como antipsicóticos o anticonceptivos inyectables.
  • Asegurar cumplimiento terapéutico: En pacientes con dificultad para adherirse a tratamientos orales o con riesgo de abandono, la IM permite control efectivo.

Preparación y técnica: 

  • Selección cuidadosa del sitio de inyección: El sitio debe ser anatómicamente seguro, evitando tejidos enfermos, cicatrices, edemas o áreas con inflamación.
  • Volumen adecuado: Respetar límites máximos según zona (por ejemplo, máximo 2 ml para deltoides, hasta 5 ml para ventroglútea en adultos), adaptados a la musculatura y estado del paciente.
  • Aguja adecuada: Seleccionar longitud y calibre en función de la complexión corporal y la zona para asegurar depósito intramuscular sin dañar estructuras adyacentes.
  • Higiene y asepsia: Lavado de manos, uso de antisépticos adecuados que no irriten la piel, especialmente en pacientes inmunodeprimidos.
  • Técnica de inyección: Insertar la aguja a 90°, aspirar en zonas glúteas para evitar inyección intravenosa accidental, administrar lentamente el medicamento y retirar la aguja con presión suave.

Manejo y seguimiento:

  • Registro completo: Documentar medicación, dosis, lugar de administración y observaciones tras la administración.
  • Monitoreo posinyección: Observar signos inmediatos de reacción local o sistémica, y educar al paciente para detectar signos tardíos.

Adaptaciones específicas por tipo de paciente:

  • Geriatría: En ancianos con atrofia muscular, usar zonas con músculo preservado, disminuir volumen y ajustar longitud de aguja.
  • Pacientes pediátricos: Preferir vasto lateral, usar volúmenes y agujas adaptadas según edad y peso.
  • Obesos: Para asegurar el depósito en músculo, preferir ventroglútea y elegir longitud de aguja adecuada para atravesar tejido adiposo.
  • Pacientes anticoagulados: Valoración previa, usar agujas finas, aplicar presión prolongada y vigilar aparición de hematomas.
  • Pacientes con enfermedades vasculares o edemas: Evitar zonas con alteraciones circulatorias, riesgo aumentado de complicaciones.

Contraindicaciones de la vía intramuscular

El reconocimiento de las contraindicaciones absolutas y relativas reduce el riesgo de complicaciones graves. Estas contraindicaciones deben valorarse cuidadosamente en la evaluación previa del paciente y en la toma de decisiones clínicas.

Contraindicaciones absolutas:

  • Trastornos hemorrágicos graves o anticoagulación sin control:
 El riesgo de hematomas extensos o sangrado posinyección puede ser muy elevado. Excepto si la administración es vital y se cuenta con condiciones para control estricto y vigilancia, en general se evita la vía IM en estos pacientes.
  • Infección o inflamación local en el punto de inyección: 
Para prevenir diseminación de infección, abscesos o complicaciones graves, se debe descartar cualquier signo de infección cutánea, celulitis o inflamación en el sitio antes de la inyección.
  • Shock o hipoperfusión severa: 
En situaciones graves donde la perfusión tisular es deficiente, la absorción intramuscular puede ser errática o insuficiente, por lo que otras vías (intravenosa) serán preferidas.

Contraindicaciones relativas:

  • Atrofia o masa muscular reducida significativa:
 Algunos pacientes ancianos o con enfermedades crónicas presentan sarcopenia o atrofia muscular que limita la eficacia o incrementa el riesgo de lesiones. Se debe evaluar cada caso y considerar alternativas.
  • Pacientes muy delgados o con poca masa muscular:
 En estos casos se podrían preferir vías subcutánea o intravenosa, considerando el riesgo de depósito en tejido subcutáneo y la posible falta de absorción adecuada.
  • Uso repetido en la misma zona sin periodos de descanso: 
Las inyecciones frecuentes en el mismo sitio pueden generar fibrosis, dolor crónico y daños tisulares. Es importante rotar los sitios de administración y respetar tiempos de recuperación.
  • Edemas localizados o enfermedades vasculares:
 En zonas con edema o compromiso vascular, la distribución del medicamento puede ser alterada y aumentar el riesgo de complicaciones locales.

¿Qué ocurre en la actualidad?

A primera vista, podría parecer que el uso correcto de la vía intramuscular (IM) está perfectamente definido y consensuado, respaldado por protocolos y evidencia científica. Sin embargo, la realidad de la práctica clínica nos demuestra que estas recomendaciones no siempre se aplican de forma sistemática.

 ¿Por qué seguimos viendo usos inadecuados o poco ajustados a la evidencia?

Si analizamos las causas, podemos agruparlas en distintos factores que influyen en la elección de esta vía, desde la presión externa hasta carencias de formación o de recursos:

Factores relacionados con el paciente:

Muchos pacientes arrastran la creencia —profundamente arraigada en el imaginario de nuestra sociedad— de que la inyección intramuscular “actúa más rápido” o “es más fuerte” que un comprimido o una solución oral. Esta percepción, que no siempre es correcta, lleva a que soliciten o incluso exijan al profesional de salud la administración por esta vía, ejerciendo una presión constante sobre el prescriptor o el personal de enfermería.
En algunos casos, esta insistencia viene reforzada por experiencias previas en las que han asociado mejoría clínica con una inyección, sin tener en cuenta que el fármaco podría haber sido eficaz por otra vía igualmente segura y menos invasiva.

Factores relacionados con la formación y el aprendizaje profesional:

No todos los profesionales poseen un conocimiento profundo sobre la farmacocinética y farmacodinamia de los medicamentos que administran por vía IM.
Es un error común asumir que todos los fármacos alcanzan concentraciones plasmáticas más rápidamente por esta vía. De hecho, algunos medicamentos presentan una absorción más lenta o errática por vía intramuscular que por otras vías, debido a factores como la perfusión del músculo en ese momento, la viscosidad de la solución o su formulación.
Aquí, la rapidez de acción depende fundamentalmente de las características propias del medicamento y del contexto fisiológico del paciente, y no únicamente de la vía de administración.

Factores ligados a la organización y la tarea:

En muchos entornos asistenciales, especialmente en atención primaria o en medios rurales, persiste la ausencia de protocolos actualizados que guíen la toma de decisiones sobre cuándo y cómo emplear la vía intramuscular.
La falta de guías claras y accesibles puede llevar a que cada profesional actúe basándose en su experiencia personal o en costumbres heredadas, lo que favorece la variabilidad y el uso no siempre óptimo de esta vía.

Factores derivados de la disponibilidad de medicación:

En numerosas ocasiones, los centros sanitarios cuentan únicamente con la presentación inyectable de determinados fármacos, ya sea por limitaciones logísticas o por cuestiones de abastecimiento. Esto condiciona la elección de la vía más por necesidad que por idoneidad clínica.
Además, no siempre todos los profesionales conocen en detalle la lista completa de medicamentos disponibles en su centro, lo que limita las alternativas y favorece elegir la vía IM incluso cuando hay opciones más adecuadas.

Percepción de seguridad y bajo registro de reacciones adversas:

Otra razón por la que la vía IM puede parecer una elección “más fácil” o “menos problemática” es la escasez de notificaciones sobre efectos adversos en la práctica diaria.
Cuando los incidentes y complicaciones no se registran ni comunican de forma sistemática —ya sea por desconocimiento, por falta de cultura de reporte o por la creencia de que se trata de efectos menores— se crea una falsa sensación de seguridad en torno a la técnica.
Esto puede reforzar la idea de que “no pasa nada” por poner una inyección, minimizando la consideración de riesgos reales como abscesos, lesiones nerviosas, dolor persistente o reacciones sistémicas.

En conclusión, el uso no siempre ajustado a la evidencia de la vía intramuscular responde a un conjunto de factores interrelacionados: creencias y expectativas del paciente, lagunas de formación, ausencia de protocolos claros, limitaciones en la disponibilidad de medicamentos y una percepción de seguridad que no siempre refleja la realidad.

Combatir este problema requiere un enfoque integral: educación sanitaria al paciente, formación continuada del profesional, protocolos claros y accesibles en todos los centros y registro activo de reacciones adversas, para que la decisión de usar esta vía sea siempre la más segura y apropiada para cada situación.